domingo, 18 de marzo de 2007


Acabo de asesinar a toda mi familia. Acabo de asestarle 5 puñalaas a cada uno. Sin piedad. Sin miedo. Cuando los mataba no pensaba en nada. Simplemente los asesinaba. Lo he hecho con todas las consecuencias. Con la mirada perdida. Mañana me declararé culpable. Iré a la policiía y se lo diré a la cara: “fui yo, ¿qué pasa?”. Me harán un reconocimiento psiquiátrico, un reconocimiento policial: lugar, tiempo, espacio, motivos, causas, circunstancias… Les diré con toda la tranquilidad del mundo que fui yo, que tenían ganas de saborear la victoria. Les diré que me apetecía matar a alguien y qué mejor que a quien más quiero? Les diré que no estoy loco, que la locura es cuando hay sufrimiento y yo no sufro: yo mato.

Me interrogarán: ¿Día? ¿mes? ¿año? ¿por qué? ¿cuándo? ¿Cómo? ¿Cómo me siento?

Me siento en el asiento. Pruebas de aquí, pruebas de allá, que si me arrepiento, que si estoy loco: “Yo-no-estoy-loco” les responderé. “Yo mato” ¿el por qué? “porque me apetecía”. Y… tan tranquilo. Me condenarán a 20 años de cárcel. Los aceptaré pero sólo pondré una condición: “Quiero ver canal plus”, porque así puedo ver historias como la mía en cine.

Tranquilos, no me disperso. Mi historia: estaba yo tan tranquilo viendo la televisión cuando cogí un cuchillo de sierra, el de pan, y primero asesiné a mi novia, luego a su madre, luego a su padre y, por último, al maldito perro de mi novia. Se me ocurrió así, sin más. Estaba harto de la monotonía: los lunes trabajaba en la oficina, los martes trabajaba en la oficina, los miércoles igual, los jueves igual, los viernes igual… y los sábados siempre íbamos al campo. Cogíamos siempre el coche e íbamos sistemáticamente al mismo maldito parque para ver a otras familias que también trabajaban durante toda la semana para acabar viéndonos en el mismo parque a la misma hora. ¡Siempre eran los mismos!

No hay comentarios: